Es hora de comenzar a hablar de WrestleMania 36, el mayor evento del año en el mundo del wrestling, que en este 2020, ocurre en unas circunstancias muy particulares, únicas en la historia, y que, por tanto, es testimonio de su tiempo. Esto no sólo es historia del wrestling; es historia del mundo.
Ocurre a principios de abril de 2020, la gran semana anual del wrestling. Como cada año, eventos deportivos como la Super Bowl o el All Star de la NBA, tuvieron lugar con total normalidad, mientras una amenaza se cernía sobre el mundo entero: un virus nacido en china, se dice que transmitido, de alguna manera, de animales endémicos a humanos, se ha propagado como la pólvora a pesar de los esfuerzos de los países por contenerlo, que en la mayoría de los casos, han sido insuficientes, por el temor a las consecuencias económicas que acciones más contundentes podrían implicar sobre cada uno de los estados, y por la falta de colaboración entre los mismos.
Hoy en día, es tarde. El ser humano se defiende panza arriba sin demasiado éxito, mientras la enfermedad mata a miles de personas cada día. La principal arma que los gobiernos han encontrado para paliar su lentas medidas y la falta de colaboración de los miembros más mezquinos de sus sociedades, es encerrar a todos los humanos en sus respectivos hogares, a riesgo de que, si no los mata el virus, quizás lo haga el hambre.
En un contexto como este, parece casi trivial hablar de un banal espectáculo como el wrestling, pero el show debe continuar. Muchas empresas quebrarán, pues no pueden, desde hace un tiempo, llevar a cabo espectáculos en vivo. Empresas televisivas como WWE y AEW siguen en el aire con versiones de su programación muy disminuidas, realizando combates sin público que, obviamente, no funcionan, y bajo la sospecha de que las medidas de confinamiento que impongan los estados, pronto, harán imposible hasta grabar programas de la manera en que se está haciendo.
De hecho, es comprensible que así sea. Ya hemos visto que Japón fue uno de los primeros países en tomar este tipo de acciones en el mundo. Todos los espectáculos cesaron, y la gente se metió en sus casas. 15 días después, volvieron a hacer vida normal, con excesiva celeridad. Pudimos ver, de hecho, unos cuantos shows de wrestling celebrados en el país. Como consecuencia de ello, nuevos brotes de coronavirus se dispararon. Demasiado pronto. Japón ha parado otra vez.
Aún así, estamos viendo cosillas. Hemos visto algunos eventos en estos días en Japón, vemos los programas grabados de Impact, MLW, AEW o WWE, y hemos podido ver algunos eventos sin público en México, que buscan abastecer a luchadores y promotores a través de las donaciones que los aficionados hacen telemáticamente. Pero, pronto, quizás ni esto tengamos.
El arte siempre ha convivido bien con las restricciones; con las restricciones morales, políticas o técnicas. Fiedrich Nietzsche nombró alguna vez al artista como un bailarín encadenado, poniendo en valor la manera en la que esas cadenas, esto es, esas restricciones, no hacen sino obligar al artista a innovar, a buscar soluciones, a hacer cosas nuevas. Eso es, en cierta medida, lo que ocurrió con WrestleMania.
WWE, por primera vez en su historia, dividió WrestleMania en dos noches. Ya había hecho, en su segunda edición, aquello de dividir wrestleMania en tres sedes, pero, al final, eran tres partes de un mismo evento. Esta vez, tenemos dos shows, que se justifican, por un lado, por la imposibilidad de realizar un NXT Takeover, un Hall of Fame, y otros productos que la empresa vende normalmente en el finde de WrestleMania, y, por otro lado, porque tenía muchas cosas preparadas para WrestleMania, y determinó que muchas horas seguidas de wrestling sin público podían ser insoportables.
Seguramente así sería. Los single matches sin público son muy sosos, aunque hay que decir que los combates normales en estos programas van mejorando poco a poco, hasta el punto de que hay varios bastante buenos. También se llevaron a cabo luchas titulares muy cortas, que no dieron pie a aburrir a nadie, y tres combates un poco fuera de lo habitual, que son los más interesantes.
Por un lado, tenemos el esperado enfrentamiento entre Edge y Randy Orton. Muchas luchas en estos shows tuvieron estipulaciones, que ayudaron mucho, y ese fue el caso de esta, que fue un Last Man Standing que recorrió todo el Performance Center, y que creo que no iba mal, si no fuera porque duró una eternidad innecesaria.
Además de esto, cada una de las partes del PPV tuvo un combate especial, un combate grabado previamente, con elementos de ficción cinematográfica muy interesantes. En ambos casos, no podremos darles nota como tal, como ocurrió con las luchas del Broken Universe de Matt Hardy, puesto que hay edición y producción más allá de las simples posibilidades deportivas de los competidores, así que no sería justo. Pero es importante reseñar las luchas, porque, oficialmente, son combates. De todos modos, aunque no podamos darles una nota que pueda considerarse definitiva por parte de este blog, podremos señalar una nota "no oficial", que, en realidad, tiene el mismo valor que la otra.
Vamos a hablar de Undertaker y AJ Styles. El match entre ellos gustó mucho, fue realmente genuino, y pasará a la historia. Me parece maravilloso que Undertaker, a estas alturas de su carrera, todavía haya podido participar en un momento como este, y que haya podido agrandar su leyenda una vez más. Porque, más allá de los grandes combates, que también son importantes, lo que más resuena en el subconsciente colectivo son los grandes momentos, las grandes historias, y Undertaker tiene, sin duda alguna, más momentos de este tipo que nadie, desde sus primeras rivalidades frente a Ultimate Warrior y Hulk Hogan, a los que introducía en una bolsa de cadáveres, hasta este match en un cementerio frente a AJ Styles, pasando por decenas de cosas increíbles, como la Hell in a Cell frente a Michaels; la jaula frente a Mankind en la que lo lanzó desde la parte superior en dos ocasiones; el momento en el que ahorcó a Big Bossman; el primer Casket Match frente a Yokozuna, en el que resucitó después de ser asesinado por muchos hombres; el primer Buried Alive Match, en el que fue enterrado vivo y acabó sacando la mano al final del show; su serie de combates frente a Shawn en WrestleMania; su serie de combates frente a Triple H en WrestleMania; sus rivalidades frente a Kane; el American Badass; sus rivalidades frente a Batista y Edge; el Streak en WrestleMania; y tantas cosas... Vaya carrera.
Pero, en los últimos años, se ha puesto en duda su capacidad, y eso le obsesiona. Es un hombre de vieja escuela, de los que todavía quieren dar buenos combates, y se esforzó mucho durante toda su vida por eliminar sus carencias, y mejorar en todos los aspectos de un luchador. Por eso, no quería retirarse con el mal sabor de boca que dejaron algunos de sus últimos combates.
A riesgo de no volver a luchar, se sometió a operaciones muy importantes. Volvió, físicamente, mejor que en mucho tiempo, pero, pronto, se topó en el ring con un Goldberg conmocionado que le dejó en ridículo. En cierta medida, pudo librarse de ese estigma, al tener un buen Tag Team Match en Extreme Rules 2019, pero, desde entonces, no hemos podido verle luchar, más allá del ChokeSlam que le aplicó a AJ en Super Showdown.
Se hablaba de que, este año, al fin, podríamos ver un Taker vs Sting, pero parece ser que el Deadman no quiso volver a exponerse a la posibilidad de hacer el ridículo. Quería tener un buen combate, y para eso, Kurt Angle le recomendó a AJ Styles.
El Deadman respeta a Angle. De hecho, siempre quiso enfrentarse al Campeón Olímpico en WrestleMania. Estuvo a punto de hacerlo en 2006, pero cambiaron los planes, pasando la lucha entre ellos a No Way Out. El resultado fue una de las mejores batallas en la carrera de ambos. Ahora, Angle le ha recomendado al fenómeno un match frente al fenomenal, para, así, volver a la senda del buena hacer.
Undertaker no tendrá, al menos por ahora, la posibilidad de tener un combate en tales circunstancias. No podrá dar una lucha normal, en la que probar, fuera de toda duda, que está en buena forma. Pero ha tenido este interesante combate, en el que, más allá de la parte física, que es más fácil de esconder, puede demostrar que es un enorme contador de historias. Quizás, WWE debería aprovechar la coyuntura, para realizar, ahora sí, su rivalidad frente a Sting, dentro de este formato. Podría ser genial, aunque ambos luchadores, por su edad, están ya casi en grupo de riesgo, así que no es muy conveniente hacerlos salir de sus mansiones.
La rivalidad entre AJ y Taker no ha estado mal, y ha dado pie al retorno del American Bad Ass. Styles la ha centrado mucho en la transformación del Enterrador en los últimos años, en el abandono de su personaje, para comportarse como una persona normal, poner selfies en Instagram, etc. De esto, AJ Styles culpa a la mujer del Taker, la luchadora Michelle McCool.
Me gusta esta historia, porque estoy de acuerdo con lo que dice Styles. Y si ha sido promovida en WWE, es porque, seguramente, hay gente en la empresa que comparte esa opinión. En los últimos años, ese gran trabajo que había hecho Undertaker durante toda su vida, de mantenerse siempre en el Kayfabe, de no salir de ahí, ha sido tirado por tierra, principalmente, por las necesidades de su mujer de llamar la atención, de tener redes sociales como todas las figuras públicas, y compartir soplapolleces para tener muchos fans. Encima, ha metido al Taker en eso, un tipo que tiene 20 años más que ella, que ahora incluso twittea fuera del kayfabe.
Taker realizó una promo realmente buena, en el programa de RAW previo a WrestleMania. Edge dice que su promo no fue guionizada, que dijo lo que quiso, y es probable que Undertaker hiciera lo mismo. A ambos se les vio muy naturales.
Mientras que Styles defiende que el Enterrador no es lo que fue, que está mayor, que ha perdido toda la grandeza de su personaje mágico, para caer en esa banalización gracias a su mujer, Taker dice que Styles es un cobarde, que pudo estar en WWE mucho antes, pero esperó. Esperó a que se fueran todos los grandes: Austin, The Rock etc, porque les temía. Pero Undertaker todavía está aquí, y va a hacer pagar a Styles haber faltado al respeto a su mujer.
Se dice que las palabras de Undertaker pudieron ser un poco hirientes para el backstage, dado que, a su manera, menospreció a las estrellas actuales, en favor de las leyendas de otros tiempos, algo que, por otro lado, hace WWE a todas horas. La promo fue natural, estuvo bien, y, además, forma parte de ese regreso del American Bad Ass, que se confirma con la llegada en moto del Undertaker al cementerio donde tiene lugar su batalla frente a AJ Styles.
Como digo, esto es una película, más que un combate de wrestling, pero las acciones, la mayor parte del tiempo, pueden considerarse lucha. No tengo claro que haya cortes entre escena y escena, y los efectos especiales que se producen, son muy físicos, son parecidos a los que tienen lugar en las arenas en directo, cuando Undertaker o Kane, hacen "su magia". Aún así, es más que probable que haya elementos introducidos más allá del mérito de los luchadores.
Llega un coche fúnebre al lugar. Se saca un féretro, con la marcha funebre del Undertaker de fondo, y de él, sale AJ, riendo, burlesco. De fondo, escucha la Harley del de su rival. La producción enfoca a la carretera, con un plano alto, y vemos a la leyenda llegar en su moto.
Como decía, este combate sigue la línea de narrativa de ficción en la lucha, que marcaron previamente Lucha Underground, o Matt Hardy, tanto en TNA como en su rivalidad con Bray Wyatt en WWE. Pero el nivel de esto es muy superior, todo es muy profesional, de mucho nivel. Está muy bien hecho, y la aportación de los luchadores, en los diálogos que se entablan, sin guión alguno, aporta mucho a la historia.
Los luchadores brawlean por los escenarios, y sobre los coches. Taker pega un golpe, que es esquivado por su oponente, lo que provoca que reviente la ventanilla de un coche, hiriéndose en el brazo. También Styles sale mal parado, pues parece que se rompe un dedo al golpear a su rival.
Esto es un Boneyard Match, pero para ganar, la cosa funciona de la misma manera que en un Buried Alive Match. Creo que el cambio de nombre responde a la situación sensible por el número de muertos que hay como resultado de la pandemia del COVID-19. Junto a la zanja cavada para el correspondiente cadáver, hay una excavadora, para lanzar la arena. El Enterrador lanza a Styles al agujero, pero no puede echarle la arena encima, porque llegan los lacayos de The Original Club.
Luke Gallows y Karl Anderson juegan su importante papel aquí también. Su entrada ocurre con un cambio musical muy interesante. Como digo, la producción es notable. Se enciende una luz en un establo, y de él sale un montón de hombres encapuchados, para enfrentarse a Undertaker. No son muy fuertes, pero resultan una buena distracción para que el tag team de calvos ataque al veterano gigante. Ahora es Styles el que llega por la espalda, para romperle un ladrillo en la cabeza al Taker.
Tanto la gesticulación como las palabras que sueltan ambos son muy buenas. Styles le pregunta a Taker por Michelle, le llama viejo y le dice que no se levante, mientras que este le llama "hijo", e "hijo de perra", y le recuerda que está luchando con un viejo acabado, irónicamente.
Styles se burla de su oponente, de su edad, de lo que ha sido de él. Debe hacerle un favor al mundo, dice, y desaparecer, puesto que ya no es lo que era, todo el poder del antiguo Enterrador ha desaparecido. Le pega con una pala, y cae al agujero.
AJ arranca la excavadora, para lanzar la arena, pero, a su espalda, aparece una luz, y de ella, sale el Enterrador. Esto es interesantísimo, y se refuerza cuando Undertaker invoca, momentos después, unas llamas. Parte de esta historia es que Undertaker ha perdido su magia, que sólo es un hombre viejo, que pone fotitos y tonterías en Instagram, por culpa de su mujer. Pero, con estas acciones, Undertaker demuestra que sigue siendo un ser mágico.
En el tejado del establo, Undertaker lucha contra The Original Club. Lanza a Gallows por los aires, y aplica Tombstone Piledriver sobre Anderson. Se enfrenta a AJ, y lo lanza con un ChokeSlam hacia abajo, a unos 3 metros de altura.
Undertaker sigue hablando. Le pide a AJ que vuelva a nombrar a su mujer. Le pregunta si recuerda su nombre. Le recuerda que ha puesto en duda su legado. Lo coge en brazos, lo trata con condescendencia. Mientras AJ pide perdón, él le pregunta qué es lo que siente. Le dice que sea un hombre, le mesa el cabello, y le da un abrazo. Le da la espalda y finge irse, pero vuelve, le pega un Big Boot, lanzándolo al hoyo. Se sube a la excavadora, y lanza la arena. Tan solo una mano sobresale del montón, que recuerda a la del propio Taker en el Buried Alive Match que disputó en su día frente a Mankind.
Undertaker descubre la lápida, en la que está escrito el nombre de su derrotado rival. Se sube a su moto, y mientras suena su música y salen llamas del establo, se va.
Grandísimo combate. No sé si es un combate de wrestling, aunque me consta que la mayor parte de las acciones son legítimas, y están hechas bajo las reglas del wrestling, si bien en un decorado muy preparado, y con una producción audiovisual muy importante. Creo, eso sí, que tiene menos cosas ilegítimas que las luchas de Matt Hardy en el Broken Universe, que parece que volverá próximamente en AEW.
No puedo poner nota al match, por ese nivel de posproducción, pero puedo decir que, si se la pusiera, seguramente le daría unas ****1/2. Por todo lo mencionado, por el storytelling, y por la psicología mostrada por los luchadores, hablando y reforzando la historia con sus diálogos, me parece un producto maravilloso.
Puntuación: -